Unos pescadores sacaron del mar un enorme y extraño pez — y cuando abrieron su vientre, encontraron algo increíble en su interior.

La gente estaba relajándose junto a la orilla, disfrutando del sol, del sonido de las olas y de un día tranquilo, cuando de pronto toda la atención se dirigió hacia un grupo de pescadores cerca del muelle.

—“¡Chicos, miren lo que atrapé!”

Los pescadores luchaban por sacar algo enorme desde las profundidades del mar. Cuando el pez finalmente emergió, un murmullo de asombro recorrió a la multitud: nadie había visto algo así allí antes.

El enorme cuerpo colgaba del anzuelo, goteando agua, mientras un grupo de curiosos se reunía alrededor.

El pez ya estaba muerto y no mostraba signos de vida, pero a nadie parecía importarle. Los pescadores brillaban de emoción — una captura así era la suerte de toda una vida.

Reían, posaban para fotos con su trofeo, y alguien bromeó diciendo que con un pez de ese tamaño podrían alimentar a todo el pueblo.

Los turistas, maravillados por su tamaño, se acercaban, grababan, se tomaban selfies, y los niños intentaban tocar el enorme cuerpo gris cubierto por una gruesa capa de baba.

—“¡Miren eso, es un gigante!” —gritó alguien entre la multitud, y los pescadores se irguieron con orgullo, como si el cumplido fuera para ellos.

—“Lo atrapamos en las profundidades, casi junto al viejo arrecife,” dijo uno de ellos con aire importante, secándose el sudor de la frente. “¡Nunca se ve algo así por ahí!”

—“¿Qué es eso?” —susurró alguien.

El pescador dio un paso atrás, mientras otro se agachaba con incredulidad y sacaba algo del interior. Era un teléfono móvil —cubierto de baba, pero sorprendentemente intacto, como si acabara de caer al agua.

Al principio todos pensaron que era una broma, pero cuando uno de los hombres presionó el botón de encendido, la pantalla se iluminó de repente. El ícono de la cámara parpadeó… y un video comenzó a reproducirse.

En la grabación se veía a un hombre en un bote. Gritaba algo, sosteniendo el teléfono frente a sí, mientras el viento aullaba y el agua a su alrededor se agitaba violentamente. Por un breve momento, se alcanzaban a distinguir los mismos acantilados que estaban justo detrás del muelle donde la gente ahora observaba.

—“¡Ayuda! ¡Alguien, por favor!”— gritaba el hombre en el video.

La imagen tembló, la cámara cayó al agua… y la pantalla se volvió negra.

Un silencio absoluto cayó sobre el muelle. Los pescadores se quedaron pálidos, inmóviles. Alguien apagó el teléfono; otro intentó reproducir el video nuevamente, pero no volvió a aparecer nada.

Más tarde se supo que el teléfono pertenecía a un hombre que había desaparecido tres semanas antes durante una tormenta en esas mismas aguas. Su bote nunca fue encontrado.

Y, según los expertos, un pez de ese tipo ni siquiera debería existir en esa región. Nadie pudo explicar de dónde había salido… ni cómo terminó un teléfono dentro de él.