Mientras Emily, la joven viuda, deambulaba por el frío y ventoso camino rural, se acercó al vertedero, como solía hacer. Su vida, marcada por las deudas, las amenazas de desalojo y la vieja mochila desgastada de su hijo Ethan, heredada en la familia, parecía una rutina interminable.
Pero aquella tarde, el hábito de revisar el vertedero en busca de algo que aún pudiera servir la llevó a un hallazgo inesperado.
Un coche negro, completamente fuera de lugar en aquel paraje desolado, se detuvo de repente cerca del vertedero. A través de la ventanilla, se escucharon risas masculinas, mientras una mochila azul brillante volaba fuera del vehículo y caía pesadamente en el barro. El coche desapareció en una nube de polvo, dejando a Emily perpleja.
Instintivamente se dirigió hacia la mochila. “Perfecta para Ethan, ¡casi nueva!”, pensó, pero una extraña sensación se apoderó de ella al recogerla. La solidez y rigidez de la bolsa despertaron en su interior una inquietud inexplicable.

Emily, con el corazón desbocado, se quedó paralizada frente a la mochila. No podía creerlo. En la sombra de la tela doblada, un objeto metálico brillaba bajo la tenue luz del atardecer. Lo tomó con cautela. Era una pequeña caja de acero, casi como un estuche de joyas, pero extrañamente pesada.
Sus manos temblaban mientras abría la caja con cuidado. Dentro había un fajo de billetes perfectamente doblados, más dinero del que había visto en toda su vida, cuidadosamente envuelto. Pero no era todo.
En el fondo, un pequeño cuaderno negro de cuero, desgastado por el tiempo, reposaba allí. Emily lo tomó con cuidado y, al abrirlo, descubrió páginas cubiertas de una apretada caligrafía, con nombres, fechas y cantidades.
Sintió que el aire a su alrededor se volvía más denso, la ansiedad subiendo por su garganta. ¿Quién estaba detrás de todo aquello? ¿Por qué una mochila arrojada en un vertedero contendría una suma de dinero tan grande?
Antes de que pudiera pensar más, el sonido de un motor lejano se dejó oír. Un coche regresaba en dirección contraria… Emily se dio la vuelta de inmediato, abrazando la mochila con fuerza contra su pecho.






