Un hombre sin hogar, con la ropa sucia y descalzo, entró en la iglesia: la congregación lo miró con desprecio, pero lo que hizo el sacerdote dejó a todos en shock. 😱🙏

Un hombre sin hogar, con la ropa sucia y descalzo, entró en la iglesia: la congregación lo miró con desprecio, pero lo que hizo el sacerdote dejó a todos en shock 😱🙏

Era tranquilo en la iglesia. La gente se sentaba en los bancos; algunos rezaban en silencio, otros escuchaban atentamente las palabras del sacerdote. Todo parecía normal… hasta que un hombre apareció en la puerta.

Estaba descalzo, con ropa vieja y rota, el cabello gris y una mirada cansada. Un leve murmullo recorrió el salón. Todos notaron el olor fuerte que lo rodeaba. Algunas mujeres fruncieron el ceño, los hombres se apartaron para mantenerse lo más lejos posible. Nadie quería tener contacto con él.

El hombre sin hogar, consciente de esto, ni siquiera miró hacia los bancos. Sabía que estaba sucio, sabía que las personas “normales” no lo aceptarían. Así que simplemente se arrodilló en el frío suelo, juntó las manos y comenzó a rezar. Sus labios susurraban palabras que casi nadie podía escuchar.

Mientras tanto, la congregación continuaba murmurando:

—¿Qué hace aquí?
—¡Qué vergüenza…!
—No pertenece aquí. Ni siquiera en la iglesia podemos estar tranquilos con gente así.

Alguien se levantó y se marchó, sin querer sentarse al lado de ese “hombre”.

El sacerdote puso su mano sobre la espalda del hombre y dijo en voz alta:

—Dios te ha enviado aquí, hermano. Para que podamos ayudarte. Para que, a través de nosotros, Él pueda extenderte Su mano.

Después de estas palabras, el sacerdote se quitó los zapatos y se los entregó al hombre.

—Tómalos. Ahora ora con nosotros. Hoy rezaremos por tu alma, por tu sufrimiento, por todo lo que te obligó a vivir en las calles. Pero también rezaremos por los pecados de quienes juzgan a un hombre por su ropa y miran con odio la creación de Dios. Porque el Señor nos enseñó a amar al prójimo.

Estas palabras golpearon los corazones de todos los presentes como un martillazo. La gente bajó la cabeza; muchos no se atrevían a mirarse entre sí. Se sintieron avergonzados. Porque se dieron cuenta de que el sacerdote hablaba de ellos.

Esta historia nos recuerda que la bondad comienza dentro de nosotros mismos. 🙏