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El teléfono sonó mientras lavaba los platos. Número — desconocido.
— ¿Hola?
— Buen día, ¿es la señora Laura Wilson? ¿Esposa de Alex Wilson?
— Sí.
— Soy David, colega de su esposo. Alex me pidió informarle — se retrasará unos días en un viaje de trabajo. La señal es mala, no puede llamar él mismo.
Me quedé paralizada.
— ¿Qué viaje? Alex está en casa. De vacaciones.
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Pausa. Luego breve:
— Lo siento, debe ser un error. — Y la llamada terminó.
Alex estaba realmente en casa — arreglando el coche en el garaje. Pero la llamada no me salía de la cabeza.
Por la noche pregunté:
— ¿Tienes un colega llamado David?
Se tensó, tosió.
— Sí, un novato. ¿Por qué preguntas?
— Solo curiosidad… ¿por qué conoce mi número?
Murmuró algo, pero desvió la mirada.
A la mañana siguiente, mi hija dijo que vio a su padre frente a la oficina de la empresa — con uniforme de trabajo, subiendo a un camión.
Pero su coche estaba en el garaje.
Entonces entendí: las vacaciones eran mentira. Y si había mentido sobre el viaje, toda mi vida había sido un espectáculo y tenía que descubrir con quién había vivido todos estos años…
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No podía calmarme. Cada ruido parecía sospechoso, cada detalle — una pista.
Por la noche, Alex se comportaba como si nada hubiera pasado: bromeaba, preguntaba qué había para la cena, hablaba de tonterías. Solo sus ojos eran diferentes — fríos, vigilantes.
Durante la noche hablaba largo tiempo por teléfono en la cocina. Me acerqué silenciosamente a la puerta.
— Sí, todo bajo control… No, ella no sabe nada — susurraba.
Cuando entré, interrumpió abruptamente la conversación.
— ¿Con quién hablabas? — pregunté.
— Con un cliente. Problemas de trabajo.

A la mañana siguiente no estaba. En la almohada, una nota corta:
«No llames. Te explicaré todo cuando pueda.»
Teléfono — fuera de cobertura.
Pasaron algunos días. Casi me había resignado a su ausencia. Y una noche, escucho golpes en la puerta. Mi corazón se aceleró.
Alex entró. Con uniforme de trabajo, con un bolso, como si nada hubiera pasado. Se sentó frente a mí, ojos tranquilos pero tensos.
— Laura… — comenzó en voz baja. — No debía decirte esto.

— ¿Pero a dónde desapareciste? ¿Por qué mentiste sobre el viaje? — pregunté, conteniendo el temblor.
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Suspiró.
— No solo hago rutas normales. No son viajes ordinarios. Tengo encargos especiales. Confidenciales. Yo… soy como un agente, solo para la empresa. Y esto… nos afecta a todos. Tu tranquilidad, nuestro futuro. No quería que lo supieras antes de tiempo.
Lo miré, tratando de captar la verdad. Todo parecía a la vez real e increíble.
— ¿Quieres decir… misiones secretas? — susurré.
Asintió.
— Sí.
Nos quedamos en silencio. Una cosa estaba clara: el mundo que conocía había cambiado para siempre.
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