Tres años después de la muerte de mi marido, reencontré el amor… Pero un día mi hija me dijo: “Mami, el nuevo papá me pidió que guardara un secreto. ¿Puedo?”.

Tres años después de la trágica muerte de su esposo en el trabajo, Irina aún intentaba reconstruir su vida destrozada.

Durante tres años, vivió solo para su hija Masha, quien se convirtió en su mundo entero. Cada mañana, la sonrisa de Masha le daba fuerzas para levantarse de la cama. Pero en lo más profundo de Irina, había un vacío que nada podía llenar.

Sí, la radiante sonrisa de Masha era un consuelo, pero no podía ahogar el silencio que quedaba después de Oleg. Él lo era todo para Irina, y vivir sin él era increíblemente difícil.

Y entonces, como de la nada, Alexey apareció en su vida.

Tenía una sonrisa cálida y tranquilizadora, y algo en él hacía que Irina se sintiera segura, como si todo pudiera volver a la normalidad. Era amable, paciente y, lo más importante, amaba de verdad a Masha.

La casa se llenó de risas de nuevo. Por primera vez en mucho tiempo, Irina se atrevió a creer que la felicidad después de una pérdida es posible. A menudo, mirando por la ventana, imaginaba lo que diría Oleg si la viera ahora: «Hemos vivido juntos durante años de amor, Ir. Tienes derecho a seguir adelante. Por ti. Por Masha». Este pensamiento le dio la fuerza para abrirle su corazón a Alexey.

Su relación florecía. Hacía dos meses, se casaron en una acogedora granja junto al estanque de los patos. Irina creía sinceramente que por fin había empezado a formar una nueva familia, para ella y para Masha.

Pero justo cuando pensaba que todo iba mejor, el destino le puso otra prueba.

Una noche, al acostar a Masha, Irina notó cómo su hija apretaba a su conejito y parecía dudar. Era evidente que algo la preocupaba.

«Mamá», llamó Masha en voz baja.

«¿Sí, cariño?», Irina se apartó suavemente un mechón de pelo de la cara.

Masha respiró hondo.

«El nuevo papá me dijo que te guardara un secreto. ¿Te parece bien?»

Las palabras impactaron a Irina como un rayo. Sintió que algo se encogía en su interior.

“Sabes que puedes llamarlo papi”, dijo con cuidado, intentando ordenar sus pensamientos.

Masha hizo un pequeño puchero.

“Me gusta el ‘nuevo papi’. Pero… los secretos son malos, ¿verdad?”

“Sí, cariño”, respondió Irina con calma pero firmeza. “Siempre puedes contármelo todo. ¿Qué pasó?”

Masha se removió, visiblemente inquieta.

“Bueno… ayer, cuando estabas en el trabajo, me levanté temprano y fui a buscarlo. Prometió jugar videojuegos conmigo, pero no lo encontré.”

A Irina se le puso la piel de gallina.

¿Cómo que no lo encontraron? ¿No estaba en casa?

— Lo llamé, pero no contestó. Y entonces… lo vi salir del sótano con una mujer con un vestido rojo. Me dijo que no te lo dijera.

Irina sintió que el suelo se le resbalaba bajo los pies.

— ¿Qué hacían en el sótano?

— No lo sé —Masha bajó la voz—. Pero tenía el pelo largo y rubio y olía delicioso. Una mujer muy guapa…

Casi no usaban el sótano; estaba polvoriento y sin terminar. ¿Por qué Alexey llevó allí a una mujer?

Más tarde, cuando Masha ya estaba dormida, Irina decidió no esperar.

Alexey estaba sentado en el sofá con un teléfono en las manos. Irina se cruzó de brazos y preguntó:

— Masha dijo que te vio ayer con una mujer con un vestido rojo. En el sótano. ¿Me lo puedes explicar?

Por una fracción de segundo, algo brilló en los ojos de Alexey… ¿Culpa? ¿Pánico? Pero él… Se recompuso rápidamente y rió:

— ¿Ah, esto? Sí, soy un diseñador de interiores. Quería sorprenderte: decorar el sótano.

— ¿Un diseñador? —preguntó Irina con duda.

— ¡Pues sí! —se animó—. Imagínate: un proyector, una mininevera, una máquina de palomitas. ¡Una auténtica zona de recreo familiar!

Para su sorpresa, Alexey la condujo al sótano. Se encendió la luz y todo parecía diferente: pintura fresca, muebles, una luz tenue. Precioso. Pero algo en su interior le decía a Irina que eso no era todo.

Por la noche, mientras Alexey dormía plácidamente a su lado, Irina no podía calmarse. La intuición le gritaba: «Listo». Empezó a revisar sus redes sociales, sin saber qué buscaba… hasta que encontró una foto de hacía dos años. Antes de que se conocieran.

En la foto, Alexey aparecía con una mujer de cabello largo y rubio. Llevaba un vestido rojo. La misma que Masha describió.

A la mañana siguiente, le enseñó la foto a su hija.

“¡Es ella, mami!”, exclamó Masha.

No había duda: Alexey mentía.

Cuando se fue a trabajar, Irina instaló cámaras en el sótano y la sala. Dijo que se iba de viaje de negocios y dejó a Masha con su abuela. Por la noche, vio la transmisión con el corazón latiendo con fuerza.

Al principio, nada. Alexey se comportó con normalidad. Pero al día siguiente, el sensor de movimiento dio una señal.

Irina encendió la cámara. En la foto, Alexey y la misma mujer. Se estaban besando.

La mentira fue descubierta.

Emocionada, Irina corrió a casa. Llegó justo a tiempo para que Alexey acompañara al invitado hasta el coche. Su esposa palideció.

“¿Este es tu “diseñador”? —La voz de Irina tembló, pero tenía un aire de firmeza—. ¿Siempre se despiden de sus clientes con un beso?

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Tres años después de la muerte de mi marido, reencontré el amor… Pero un día mi hija me dijo: “Mami, el nuevo papá me pidió que guardara un secreto. ¿Puedo?”.
Nika, furiosa, se acercó a él. —¿Qué pasa? ¿Quién es esta mujer? —preguntó con voz temblorosa de ira.