Trabajo como médico desde hace más de veinte años։ En todo este tiempo lo he visto todo — pero el caso que ocurrió recientemente conmocionó no solo a mí, sino a todo nuestro hospital

Una mujer mayor acudió a la consulta quejándose de dolor en la rodilla. Un caso común de artrosis, nada especial — o eso pensamos al principio. Los análisis daban resultados extraños, así que la envié a hacer una radiografía.

Cuando recibimos la imagen, el silencio llenó la sala. En la pantalla se veía claramente algo imposible — como sombras metálicas entrelazadas en los tejidos de la pierna.

Al principio pensamos que el aparato estaba defectuoso. Repetimos la radiografía — mismo resultado.

No escribo esto para causar sensación, sino como advertencia: el error que cometió esta paciente pudo haberle costado la vida. Y esto fue lo que ocurrió con su pierna. Les cuento para que tengan cuidado.

Cuando finalmente entendimos lo que veíamos en la radiografía, un escalofrío nos recorrió la espalda.

En los tejidos de la rodilla brillaban decenas de pequeños objetos — dispuestos en hileras regulares, como si alguien los hubiera implantado intencionadamente bajo la piel. Ampliamos la imagen — eran agujas de oro.

La paciente, confundida, admitió que hacía años se había tratado con un “famoso” acupunturista, quien le aseguró que si dejaba las agujas en el cuerpo para siempre, estas “estimularían constantemente los puntos” y eliminarían el dolor de forma definitiva.

“Es una antigua práctica oriental”, decía él. La mujer le creyó y no volvió a consultar a los  médicos.

Ahora su rodilla estaba inflamada, los tejidos deformados, y cualquier intento de doblar la pierna causaba un dolor insoportable. Le explicamos que su cuerpo había identificado el metal como una amenaza y había comenzado a combatirlo, encapsulando cada aguja en una cápsula densa.

Este caso fue para nosotros un impacto — un recordatorio vivo de que incluso las mejores intenciones pueden convertirse en tragedia si uno confía en charlatanes en lugar de en la medicina.