A los 56 años, la mujer se enteró de que estaba embarazada. Nadie podía imaginar que a esa edad alguien pudiera recibir semejante noticia. Pero varias pruebas seguidas mostraron lo mismo: dos líneas brillantes. Lloró de felicidad y no podía creer lo que estaba ocurriendo.
“Es un milagro”, pensó.
Toda su vida había soñado con tener un hijo, pero el destino había decidido lo contrario: muchos años de infertilidad, desilusiones, médicos que simplemente levantaban las manos y decían: “Acéptalo.” Y de pronto… la esperanza.

Su vientre crecía, sus movimientos se volvían más pesados. Sus familiares la observaban con cautela: los médicos habían advertido que dar a luz a su edad era un riesgo. Pero ella apartaba sus palabras con firmeza:
— Siempre quise ser madre. Y ahora, por fin, tengo una oportunidad.
Nueve meses pasaron para ella como un solo instante. Cada día hablaba con su hijo no nacido, acariciaba su vientre, imaginaba cómo lo sostendría entre sus brazos.
Y entonces llegó el día del parto. Entró en la sala del hospital, con las manos apoyadas en su abultado vientre, y sonrió al médico.
— Doctor, creo que ha llegado mi momento…
El joven médico la miró con más atención y frunció el ceño. Le pidió que se recostara, la examinó… y de repente se puso pálido. Llamó a un colega, luego a otro. Susurraban junto a la cama, intercambiaban miradas, hasta que finalmente uno de ellos dijo:

La mujer se tensó.
— ¿Cómo que no? ¡He llevado un niño en mi vientre durante nueve meses!
El médico respiró hondo y, luchando por encontrar las palabras, respondió:
— Usted no tiene un bebé. Esto no es un embarazo. En su abdomen hay un tumor enorme. Eso es lo que ha estado creciendo todo este tiempo.
Su visión se nubló.
— ¿Qué?.. ¿Cómo es posible? Las pruebas mostraban…
— Las pruebas pueden haber reaccionado a los cambios hormonales causados por el tumor —explicó el doctor con suavidad—. Sucede, aunque es muy raro.
Más tarde también se supo que, durante todos esos nueve meses, la mujer había evitado cuidadosamente los exámenes modernos, en especial las ecografías.
— En los viejos tiempos, las mujeres daban a luz sin máquinas —se repetía a sí misma—. No dejaré que la tecnología dañe a mi bebé.
En ese momento sintió que su mundo se derrumbaba. ¿Acaso todos esos nueve meses habían sido solo una ilusión? ¿Todas las esperanzas, todas las conversaciones con su “bebé”? Puso sus manos sobre el vientre y susurró con dulzura:
— Pero… yo creí…

ChatGPT сказал:
Los médicos iniciaron de inmediato un examen de urgencia. Afortunadamente, el tumor resultó ser benigno. Fue sometida a una cirugía y su vida fue salvada.
Tras su recuperación, permaneció largo rato sentada junto a la ventana de su habitación en el hospital, reflexionando sobre lo engañoso que puede ser el destino. No se había convertido en madre, pero había obtenido otra cosa: la conciencia del valor de la vida misma.
Y aunque no tenía un hijo, se le había concedido una segunda oportunidad: vivir, alegrarse y estar con quienes la amaban.
Cuando le dieron el alta, el médico que primero le había dicho la terrible verdad le dijo:
— Usted es una mujer muy fuerte. Quizás este sea su verdadero milagro.
Y ella sonrió por primera vez en muchos meses.






