El Último paso

TRAS 17 AÑOS DE MATRIMONIO CON ANNA, SU ESPOSO DECIDIÓ IRSE CON UNA JOVEN ESTUDIANTE, PERO JAMÁS IMAGINÓ EL REGALO DE DESPEDIDA QUE SU ESPOSA LE TENÍA PREPARADO — UNO QUE NUNCA OLVIDARÍA.
Anna estaba de pie junto a la ventana, observando cómo las gotas de lluvia se deslizaban lentamente por el cristal, formando dibujos caprichosos. Diecisiete años… ¿es mucho o poco? Recordaba cada año de su vida en común, cada aniversario, cada mirada. Y ahora, todo se había derrumbado como un castillo de naipes.
— Tenemos que hablar — dijo su esposo con una voz apagada y extrañamente seria.
Ella se dio la vuelta lentamente y lo miró a los ojos. En su mirada había determinación mezclada con culpa. Anna conocía esa mirada. Así miran las personas cuando están a punto de herir.
— Me voy, Anna. Me voy con Zofia.
Silencio. Solo el tic-tac del viejo reloj de pared —un regalo de su madre— rompía la calma de la habitación.
— ¿Con la estudiante de tu facultad? — preguntó ella con voz serena, casi sin emociones.
— Sí. Entiéndelo, los sentimientos se apagaron. Necesito nuevas emociones, sensaciones frescas. Eres una mujer inteligente, deberías comprenderlo.
Anna sonrió con ironía. “Mujer inteligente”… así decía siempre que quería que ella no hiciera muchas preguntas.
— ¿Estás seguro? — preguntó simplemente.
— Absolutamente. Ya he hecho las maletas.
Anna asintió. Se acercó al armario y sacó una botella de vino —la misma que habían guardado para una ocasión especial.
— Bueno, esta es una ocasión especial, ¿no crees? — dijo mientras abría la botella. — Creo que deberíamos organizar una cena de despedida. Invitemos a tus amigos, a tu familia. Diecisiete años no son cualquier cosa.
El esposo parpadeó, sorprendido:
— ¿Quieres… hacer una fiesta por el divorcio?
— ¿Y por qué no? — sonrió, y había algo en esa sonrisa que lo inquietó. — Terminemos nuestro matrimonio con elegancia. Al fin y al cabo, soy una mujer inteligente. ¿Lo recuerdas?
— Mañana a las siete. Que Zofia también venga — añadió, mientras ya enviaba mensajes. — Quiero conocer a la que despertó en ti esas “nuevas emociones”.
A la mañana siguiente, Anna se levantó temprano. Llamó a los bancos, se reunió con un abogado, preparó los documentos. Todo iba según lo planeado —como una operación bien organizada.
Por la tarde, el apartamento se llenó del aroma de platos exquisitos. Sacó la vajilla de boda —un regalo de su suegra— y puso la mesa.
— Todo debe estar perfecto — susurró, ajustando las servilletas.
A las siete empezaron a llegar los invitados. Los primeros fueron los padres de su esposo. Su madre la abrazó con inseguridad:
— Anna, ¿quizá aún se pueda arreglar todo?
— No. A veces, la mejor decisión es dejar ir.
Llegaron los amigos. Los últimos en entrar fueron su esposo y Zofia.
Cuando todos estuvieron sentados, Anna se levantó con una copa en la mano:
— Amigos, hoy nos reunimos para celebrar el final de una historia… y el comienzo de una nueva.
Se volvió hacia su esposo:
— Łukasz, gracias por estos diecisiete años. Por todo lo que me enseñaste. Por ejemplo, que el amor puede tener muchas caras.
Un murmullo recorrió la sala. Zofia jugaba nerviosamente con su servilleta, sin levantar la mirada.
— Pero la lección más importante que me diste —continuó Anna— fue prestar atención a los detalles.
Sacó un sobre. Y sobre la mesa cayeron documentos…
Y entonces comenzó lo más importante…

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