En su pequeño mundo en Ucrania, cada momento juntos era un tesoro. Sin embargo, su feliz familia pronto soportó el accidente más terrible que cambió sus vidas para siempre. Una mañana, mientras Svetlana estaba ocupada en la cocina preparando el desayuno, permitió que Artem jugara en la sala, donde podía mantenerlo vigilado.
Todo estaba bien hasta que la madre, ocupada, salió brevemente solo para sacar la basura. No debía haber pasado nada, pero cuando regresó, se encontró con una escena de caos. Su corazón se hundió al entrar en la habitación: allí en el suelo yacía Artem, quien, inocentemente, había subido al sofá alto y se había caído.
Svetlana lo levantó rápidamente, cantando y pidiendo disculpas, pero sus llantos no cesaban. Como madre, sintió que había algo diferente en sus llantos: su intuición susurraba sobre un problema más profundo.
Desestimándolo como una simple molestia, se concentró en consolar a Artem, sin darse cuenta de que la caída había sido mucho peor de lo que imaginaba. Le dio analgésicos y trató lo mejor posible de calmarlo.
A pesar de sus esfuerzos, Artem seguía llorando. Entonces, Svetlana se dio cuenta de que algo terrible estaba ocurriendo. Al mirarlo más de cerca, notó algo inusual: Artem no podía mover su brazo y pierna izquierdos.
Cuando intentaba moverlos o alcanzar a su madre, sus extremidades izquierdas permanecían completamente inmóviles. Cuando intentó darle de beber, su boca no podía abrirse correctamente. El pánico la invadió al darse cuenta de que la caída había causado un daño serio.
Svetlana no pudo contener las lágrimas, pero sabía que no era momento para quedarse sentada y llorar: tenía que actuar. Controlando su pánico, corrió fuera de la casa con el niño en brazos y se apresuró al hospital.
Allí, el doctor examinó cuidadosamente a Artem, y con cada minuto que pasaba, Svetlana sentía que su corazón se hundía más.
Cuando llegó el diagnóstico, trajo una cruel realidad: algunos nervios del cuerpo de Artem habían sido dañados por sus vértebras durante la caída, y ahora estaba paralizado en el lado izquierdo de su cuerpo. Lamentablemente, los médicos no podían decir si la fuerza y movilidad regresarían a ese lado. La noticia golpeó a Svetlana como una tormenta repentina, y las lágrimas brotaron de sus ojos.
Inocente e inconsciente de la gravedad de su situación, Artem miraba a su madre, sin saber el panorama en el que se encontraba. Svetlana estaba devastada, pero se negó a rendirse en la desesperación. Con renovada fuerza, abrazó su rol como madre decidida.
El camino hacia la recuperación sería difícil, lleno de sesiones de terapia, consultas médicas y altibajos emocionales, pero estaba segura de que podían superarlo juntas. A pesar de muchos días agotadores de terapia y tratamiento, la condición de Artem no respondía a la intervención médica. Seguía siendo un niño feliz y dulce, pero seguía paralizado…
La rutina de sesiones de terapia, visitas al médico y la esperanza casi sin esperanza de mejora parecía inútil, y la carga de impotencia pesaba fuertemente sobre los hombros de Svetlana. La dolorosa verdad roía su alma. Anhelaba los días cuando el enérgico y alegre Artem corría hacia ella para compartir sus juguetes: esos pequeños momentos que hacían que la maternidad fuera tan deliciosa.
Pero ahora parecía que su precioso niño nunca volvería a caminar, y mucho menos a correr. Svetlana no podía sacudirse la culpa constante de que debió haber estado allí para evitar el accidente. El peso de la responsabilidad caía sobre ella, y se culpaba por no haber protegido a Artem ese fatídico día.
En su trabajo, su colega Elena no pudo ignorar la tristeza constante en la actitud de su amiga. Preocupada, se acercó a Svetlana, preguntando suavemente hasta que Svetlana, a regañadientes, abrió su corazón y compartió sobre la situación de Artem y la carga emocional que llevaba consigo. Mientras Svetlana desbordaba su corazón, Elena escuchaba con compasión, hasta que una posible solución comenzó a formarse en su mente.
Elena era una amante de los animales y sabía que las mascotas podían brindar un enorme apoyo a sus dueños, por lo que sugirió la idea de conseguir un animal de apoyo emocional para Artem, recomendando específicamente un labrador. Ella misma había tenido una maravillosa experiencia con ellos y conocía a muchas personas que también lo hacían. Svetlana no estaba acostumbrada a tener mascotas y era muy reacia.
Sin embargo, Elena insistió en los beneficios potenciales y la convenció del impacto positivo que un animal de apoyo emocional podría tener en la recuperación de Artem. Enfatizó cómo una mascota vivaz podría traer alegría y compañía, especialmente para un niño que amaba jugar y seguir, pero que estaba restringido en movimiento. Mientras Svetlana pensaba en la idea, sopesando los beneficios potenciales contra sus miedos, recordó su inquebrantable resolución de hacer todo lo posible por su hijo.
La determinación creció dentro de ella y decidió arriesgarse. Después de todo, Artem no había respondido positivamente a los tratamientos y terapias tradicionales. Llenada con la resolución de explorar todas las opciones, Svetlana resolvió firmemente visitar un refugio de animales al día siguiente, con la esperanza de encontrar un perro que pudiera traer un cambio positivo a la vida de Artem…






