Soy médico con veinte años de experiencia. He visto de todo: muerte, curaciones milagrosas, dolor humano e indiferencia. Pero lo que ocurrió con el paciente Aaron Blake me dejó sin suelo bajo los pies.
Llevaba casi tres años en coma. Su estado era estable, sin esperanza de mejora. Y de repente — una cosa extraña tras otra. Las enfermeras que lo cuidaban comenzaron a quedar embarazadas una tras otra. Al principio no le di importancia. Pero cuando fueron cinco, comprendí que algo no estaba bien.

La grabación mostró algo que jamás habría esperado. Por la noche, un camillero entraba en la habitación. Cerraba la puerta en silencio, bajaba las persianas y revisaba los equipos — como si todo estuviera en orden.
Pero pocos minutos después, aparecía la enfermera de turno esa noche. Sus miradas, gestos y susurros — todo revelaba que entre ellos había algo más que una relación profesional.

Usaban esa habitación como lugar de encuentro. El paciente en coma profundo era para ellos solo una cobertura conveniente — nadie entraría, nadie sabría, y quien estaba allí no podría contar nada.
Pero lo más sorprendente lo entendí después: ese mismo camillero tenía una relación íntima con todas las enfermeras que cuidaban de ese paciente.

Ninguna de las mujeres sospechaba que no era la única. Por eso todas quedaron embarazadas — una tras otra.
La habitación, donde reinaban el silencio y el olor a antiséptico, resultó ser un lugar de secretos, pasión y engaño, que nadie habría descubierto… de no ser por aquella grabación.






