A través del cristal del crematorio, notó que el vientre de su esposa embarazada temblaba ligeramente

Ella se había ido sin poder darle un hijo. Su Amara… aquella a quien le había jurado que siempre protegería. Pero la vida jugó con ellos de manera demasiado cruel.

Ahora Ethan estaba frente a las puertas del crematorio, mirando a través del cristal a su esposa y a su bebé, que debía nacer en pocos meses.

En su mente pasaban imágenes de un futuro que nunca se cumpliría — la sonrisa de Amara, la risa de un niño, una casa llena de luz… Incluso había rechazado la autopsia para que madre e hijo permanecieran inseparables.

Conteniendo un grito que quería salir, dio un paso atrás para irse… y de repente notó un leve movimiento bajo los tejidos que cubrían el cuerpo. El vientre. Podría jurar que vio algo moverse en su interior. El corazón le latió más fuerte: ¿quizás el bebé estaba vivo? ¿O era solo el dolor generando visiones?

Pero el movimiento se repitió. Claro. Real. Intentaron alejar a Ethan, pero perdió el control, corrió hacia la puerta y gritó para que todo se detuviera. Los trabajadores del crematorio se quedaron perplejos cuando el vientre se movió nuevamente. No era un delirio, ni una alucinación.

El personal del crematorio estaba confundido. Algunos gritaban, otros intentaban calmar a Ethan, y otros llamaban a la dirección.

Todo estaba mezclado: gritos, órdenes, miedo y desconcierto se entrelazaban en un solo nudo. Parecía que el tiempo se había detenido y el horror envolvía a todos.

Pero después de todas las revisiones e inspecciones, se descubrió que todo tenía una explicación natural. Como no se realizó la autopsia, se habían acumulado gases en el cuerpo de Amara — un proceso natural que a veces provoca temblores o movimientos que parecen de un cuerpo vivo.

No fue un milagro, ni una resurrección, ni un misterio — solo un proceso biológico natural para el que nadie estaba preparado.

Ethan sintió que su corazón se encogía: la esperanza a la que se había aferrado se disolvió en la fría realidad.

El personal, hace unos minutos dominado por el miedo, recuperaba lentamente la compostura al entender que lo sucedido era simplemente una consecuencia natural de la fisiología humana.

Pero para Ethan, ese conocimiento no traía consuelo. Su dolor y sufrimiento permanecieron igual de intensos, y la última mirada a su esposa y su hijo quedó grabada para siempre en su memoria como el instante en que la esperanza de un milagro cobró vida por un breve momento y de inmediato murió.