Donde terminan los caminos rotos: el restaurante de las segundas oportunidades

Un huérfano desesperado con una maleta llamó a la puerta de un restaurante. El propietario se quedó atónito al saber su apellido.

Te convertirás en la estrella más brillante y talentosa de todas. Llamarás la atención y tu nombre aparecerá en todos los carteles.
Sofía lloró, enterrando su cara en la manta que cubría a su padre. Su mano, débil pero aún cálida, le acarició el cabello.
—No llores, hija mía, no. No puedes engañar al destino. —Escúchame, por favor —susurró.
Sofía levantó su rostro lleno de lágrimas. Su padre habló con una voz casi inaudible, como si cada palabra le costara un gran esfuerzo:
No me interrumpas. Ya no me quedan fuerzas… Éramos dos: Mikhail y yo, Grigori. Éramos amigos inseparables, incluso juramos por la sangre que nuestra amistad duraría para siempre. Y entonces apareció tu madre. Ambos nos enamoramos de ella. Verás, cuando nace el amor, la amistad suele quedar relegada a un segundo plano. Tu madre me eligió a mí, y Mikhail no pudo aceptarlo.
Pero es una gran persona. Si las cosas se ponen realmente difíciles para ti, puedes recurrir a él. Él no te abandonará. Actualmente es propietario del restaurante “Brisa”. Recuerda esto, Sofía. Un día tal vez pueda salvarte. Hay más, pero si quiere te lo dirá…
Recuerda: Te amo con todo mi corazón, creo en ti y sé que saldrás adelante.

Sofía abrazó fuertemente a su padre, y de repente su cuerpo se tensó… luego quedó sin vida.
“¡Papá! ¡Papá!” Su grito resonó por toda la habitación.
La sacaron de la cama. Los médicos entraron corriendo a la habitación, pero Sofía observaba la escena como desde lejos. Un solo pensamiento cruzó por su mente: “Estoy solo”. Completamente solo en el mundo. »

Al día siguiente, después del velorio, una vez que los invitados se marcharon, la suegra miró fríamente a Sofía:
Ve a buscar trabajo mañana. No te apoyaré.
“Pero yo estudio…”
—Estás estudiando, ¿verdad? —se burló la madrastra. No te vas a llenar el estómago de canciones. Si no encuentras trabajo, te quedarás sin hogar. ¿Entendido?
“¡Pero esta es mi casa!” »
La madrastra saltó, sus ojos brillaban de furia:
¿Qué? ¿Tu casa? ¡Ah! Esta es mi casa. Soy la esposa legal de tu padre. Así que cállate. Y que quede claro: ahora soy buena. Pero puedo ser muy diferente.

Sofía salió corriendo de la habitación, cerrando la puerta de un portazo. Lloró toda la noche, abrazando una foto de su padre. Al amanecer, toma una decisión: su padre le ha dejado suficiente dinero para terminar sus estudios e intentar realizar su sueño.
Siempre había querido que Sofía cantara. Desde niña ganaba competiciones. Sus maestros le dijeron que era difícil tener éxito, pero incluso si no lo lograba, su voz siempre lo nutriría.
“Imagínate: cualquiera que escuche tu nombre, Sofia Grigorieva, nunca lo olvidará”, le dijeron.
Ella sonrió. Sí, su padre lo había intentado. Ella no era sólo Grigorieva, era también Grigorievna.

Por la mañana, Sofía se preparó y fue a clase. Intentó hacer el menor ruido posible para no despertar a su suegra. Yo iba a estudiar. Cualquiera que sea el precio. Su padre lo había amado.
Cuando regresó, vio a su madrastra en el porche. Sofía aminoró el paso esperando poder irse, pero la mujer no le quitaba los ojos de encima.
“¿Así que lo que?” ¿Has encontrado un trabajo? »
«Estaba en la escuela.»
Sofía intentó pasar, pero su madrastra le bloqueó el paso.
—¿A la escuela, eh? ¿Quieres ser cantante? —Le puso las manos en la cintura. “¿Tú, cantante?” Tu voz suena como bisagras oxidadas, no eres lo suficientemente inteligente. Con la cabeza acabarás limpiando suelos, no escenarios. Te lo advertí. »
La madrastra sacó una maleta y un bolso.
Toma tus cosas y sal. Ve a cantar en el metro, asusta a los transeúntes. Quizás te den algo.

Sofía miró la maleta con los ojos muy abiertos, pero la mujer entró en la casa y cerró la puerta de un portazo. Sofía oyó los cerrojos girar. Cogió sus cosas y salió corriendo del patio.
Dios, por favor, que nadie vea esto. ¡Que papá descanse en paz, dondequiera que esté! Sofía caminaba por la calle, arrastrando su maleta. Ya no había lágrimas ni pensamientos. No tenía familia. Su padre y su madre eran huérfanos. No sabía qué hacer.
Estaba oscureciendo. Él se detuvo. Enfrente estaba el restaurante “Brisa”. El mismo del que le había hablado su padre. No tuve otra opción Se acercó a la puerta…

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 (historia completa en el primer comentario

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