Le Ciel, “El Cielo”, era más que un restaurante; era una declaración. Situado en el quincuagésimo piso
    
                
        
    
            
        
     
    Me levanté temprano, antes del primer indicio del amanecer, y me deslicé fuera de la ligera manta.
    
                
        
    
            
        
     
    El ardor de su mano me quemaba la cara, agudo y humillante. Un murmullo de asombro recorrió el gran salón.